È stata la mano di Zucchini
Por Miguel Angel Almodovar / 27 noviembre, 2024
Cuando, hace ahora treinta años, Giuseppe Zucchini abrió las puertas del restaurante madrileño Luna Rossa, ya hacía diez que el mítico cantante Claudio Villa,“Il Reuccio”, había interpretado por vez primera la canción que da nombre al local, una de las grandes obras maestras de la música napolitana. Nunca sabremos en cuanto influyó en Giuseppe aquella pieza con letra de Vincenzo De Crescenzo y música de Antonio Viscione, “Vian”, en la que la desilusión y la esperanza coexisten a partes iguales, pero sí estamos seguros de que nada tuvo que ver el que fuera en aquel año de 1994 cuando Ferran Adrià decidió elaborar su famosa Menestra de verduras en texturas, que sesudos y fusionistas críticos consideran el banderazo de salida para el tuneado, la reinterpretación, la deconstrucción y la tecnoemocionalidad. Porque Zucchini venía a lo que venía, que no era, ni más ni menos, que ofrecer en la capital de España platos de cucina napoletana, honrada a carta cabaly pizzas confeccionadas en un horno de leña clásico de cinta o túnel, fabricado ex profeso con piedra volcánica de aquel Vesubio que en el 79 arrasó completamente Pompeya y parte de Herculano.
Treinta años pues de oferta y servicio, que su actual propietaria e hija del fundador, Carla Zucchini, el cocinero Giuseppe Procentese (fascinante cruce de histrionismos entre Igles Corelli y Massimo Bottura), y el acreditado maestro pizzaiòlo Cristian Ogea han decidido crear, por primera vez en su historia, un Menú Degustación, que agrupa los seis platos más emblemáticos y representativos del local, armonizados con cuatro vinos italianos que constituyen verdaderas rarezas enológicas, y todo ello al precio cerrado de 49 € (IVA incluido).
Resumen pues de la historia del local es un muy atractivo menú a base de Carpaccio de picaña con parmigiano reggiano y trufa negra de temporada; Berenjenas gratinadas en horno de leña al estilo napolitano; Sopa de cebollas pochadas, con guanciale crujiente, queso fundido y huevo, finalmente gratinada al horno de leña, que hubiera hecho las delicias de María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa del Borbón español emergente, Felipe V, tras el fracaso reproductivo del último Austria Carlos II; Tubettoni con frutti di mare y crema de alubias blancas, que, muy en clave napolitana, une en el plato pasta y legumbres; y Bocaditos de bacalao rebozados con brotes de nabizas o grelos, según dependa, en cualquier casos salteados con ajo, AOVE y una pizca de guindilla. Para el dulce y dolmagía, Sorpresa de chocolate y Cannolo siciliano con ricotta fresca, naranja glaseada y granela de pistacho, que evoca a aquel último que disfrutó Don Osvaldo «Ozzie» Altobello, mientras contemplaba ufano la representación operística de Cavalleria rusticana.
Todo ello en armonía de vinos notables como Asrino, Aversa espumante de viña herórica y bodega Trentapioli; Coda di Volpe de bodega Perillo; Taurasi 2012 de bodega Perillo; y un Marsala Superiore Dolce reserva 5 años de bodega Curatolo Arini, llegado de la Sicilia insular.
Dejarse caer por Luna Rossa es siempre como visitar a unos parientes que, aunque haga meses o años que no ves, es como si lo hubieras hecho el día anterior, mientras escuchas runrunes de José Antonio Labordeta: “… Miguel dice que va bueno y parió la del Julián”. Cocina identitaria, profesionalidad y pasión en quienes la confeccionan, trato amable y competente, vinos de ensueño, y casi paráfrasis de la película autobiográfica del genial Paolo Sorrentino, en la que la mano de Dio/Diego Armando Maradona, es la de la familia Zucchini.